Comentario
¿Qué le había ocurrido a Alemania para llegar a esa situación, cuando sólo cuatro meses antes, a mediados de julio de 1918, amenazaba París? Como resumía Churchill, había varios factores: agotamiento militar y hundimiento de la retaguardia; resistencia de franceses y británicos e intervención de los norteamericanos. Esto último fue determinante.
Estados Unidos había permanecido neutral ante el conflicto europeo hasta la primavera de 1917, pese a las presiones internas de los lobbies nacionalistas de cada bando implicado en la contienda, que trataban de inclinar la voluntad de Washington hacia su causa, aunque el capital norteamericano y sus exportaciones -preferentemente en favor de Londres, París y Roma- alimentaban la lucha. Esa posición era cada día más difícil, tanto por las presiones internas como por el castigo que los submarinos alemanes estaban infligiendo a la navegación, que para entonces, aparte de hundir centenares de mercantes destinados a países enemigos, ya había mandado al fondo del océano tres trasatlánticos de pasajeros, Lusitania, Sussex y Arcabic, en los que habían perecido numerosos súbditos norteamericanos.
Esa era la situación cuando, el 22 de enero de 1917, el presidente, Woodrow Wilson, decidió salir a la palestra para hacer un llamamiento a la paz y exponer sus ideas sobre las bases en las que debería sustentarse: "Una victoria significaría la paz a la fuerza para el derrotado. La aceptaría humillándose y le dejaría un resentimiento y una amargura sobre los cuales no podría apoyarse confiadamente la paz. Sólo puede ser duradera una paz entre iguales".
A aquel conmovedor discurso pronunciado ante el Senado, titulado Paz sin victoria, respondió Alemania con su disposición a replegarse hasta sus fronteras y a devolver a Francia la Alsacia ocupada. Pero, a cambio, pretendía hacerse con sendas porciones territoriales de Polonia y Rusia, exigía la devolución de sus colonias y demandaba concesiones coloniales directamente proporcionales a su población, compensaciones económicas a personas y entidades damnificadas por la guerra, libertad de comercio, etcétera.
Mientras Washington trataba de suavizar las demandas de Berlín y de que París y Londres aceptaran una parte de ellas, el Reich decidió lanzarse a una guerra submarina sin restricciones (1-2-1917), suponiendo que podría lograr el estrangulamiento del tráfico naval británico y, con ello, la victoria. Tres buques norteamericanos fueron hundidos en las semanas siguientes, al tiempo que el servicio secreto británico interceptaba y descifraba el Telegrama Zimmermann, que invitaba a México a aliarse con los Imperios Centrales y declarar la guerra a Estados Unidos, si éstos intervenían en el conflicto, prometiendo la recuperación de los territorios que le habían arrebatado los norteamericanos medio siglo antes. Los ataques contra su flota comercial provocaron movimientos populares que exigían la revancha, y el Telegrama Zimmermann -que años después se demostraría falso, preparado por el espionaje británico- desató una auténtica tempestad política. Wilson, que había predicado la "Paz sin victoria", rompió sus relaciones con Alemania en febrero de 1917 y la declaró la guerra el 2 de abril.